“Mami, mami, ¿Puedo ser un vampiro?

“Huh… ¿QUÉ?... ¡NO!”

“Aw, ¿Por qué no?”

“Porque yo lo digo”

“¿Por qué?”

“Porque yo lo digo”

“¡Pero quiero ser un vampiro!”

“¿Te gustaría morder a la gente?”

“No, yo seré vegetariana.”

“Con trabajo y puedo hacerte comer tus vegetales…”

“Por favor mamá, ¡Seré un buen vampiro! Prometo no ser como papá y luchar con el tío Jake”

“¡Tu tío Jacob estará entusiasmado!... ¡¡NO!!”

“Bien… ¿mamá?”

“¿Si?”

“¿Puedo ser un hombre lobo?”

“Huh… ¿QUÉ?... ¡NO!”

“Pero… pero ¿por qué no?”

“¡Porque yo lo digo! ¿Por qué estoy sintiendo como si estuviera teniendo un déjà vu?”

“¿Pero por qué?”

“Puedo ver la reacción de tu padre si fueras un hombre lobo”

“¡Sería graciosa!”

“jajaja… ¡no puedes!, ¡NO¡”

“Bien”

(Pausa)

“¿Mamá?”

“¿Qué es lo que quieres esta vez?”

“¿Puedo ser una bruja?”

“¡Por supuesto, se una bruja! Convierte a tus tíos en sapos por mí ¿Ok?”

“¡Ok! ¡Tío Emmett!, ¡Tío Jasper! Soy una bruja y los voy a convertir en sapos”

“¿Le preguntaste antes a tu mamá antes de decidirlo?”

“Sip, ella es la que me lo dijo”

“Muchas gracias, Bells”

“De nada”

“¡Papi! ¿Qué crees que soy?, ¿Qué crees que soy?”

“Umm una muy emocionada jovencita que se va a caer si no es cuidadosa”

“No, papi tonto, ¡Soy una bruja!”

“¿Eso eres?”

“Sip, mamá dijo que puedo ser una, puesto que ella dijo que a ti ni a Tío Jake les gustaría las otras cosas”

“¿Cuáles?”

“Un vampiro y un hombre lobo”

“Correcto… ¡NO!”

“Aw, ¡Tú y mamá no son divertidos!”

“Ese es el punto de ser padres”

“Bien… MAMÁ, cambie de opinión, no quiero ser una bruja”

“Ok”

(Esa noche)

“Mami, papi ¿Puedo pedirles algo?”

“Siempre, ¿Qué quieres, cariño?”

“Yo puedo ser una mujer policía y trabajar en la estación con el abuelo jugando cartas. Jugar cartas es realmente importante para el trabajo, eso dijo el abuelo. O quizás yo puedo ser un vampiro policía o un hombre lobo policía.”

(Pausa)

“Mami, papi ¿Puedo ser un vampiro-hombre lobo-bruja-policía?”

(Otra pausa)

“¿Comprendes que ella saco esto de ti?”

“Oh, cállate Edward”

“Entonces, ¿Puedo?”

FIC ED&BELLA

TITULO: La muerte en vida

AUTOR: Bella Swan (Angie)

SUMARY:

Esto quiero darle inicio durante Luna Nueva… ¿Qué hubiera pasado si Bella en verdad hubiera fallecido? Es deprimente escribir esto, pero siento la necesidad de involucrarme en los pensamientos más tristes de Edward.

Bella Swan

Mis pulmones se estaban llenando insaciablemente del mar, no soportaba más. El agua tan helada me hundía más y más en las profundidades, de las cuales no tenía fuerza para salir. Mis ojos comenzaron a cerrarse, estaba al borde de la línea entre la muerte y la vida. Pensándolo mejor, mi vida ya se había ido hace tiempo. Edward seguía dándome ánimos para continuar, para seguir luchando contra el mar; pero no tenía más fuerza. Estaba cansada. Noté la angustia de su voz…La angustia personal de perderme, quería influirle ánimos…Pronto íbamos a estar juntos. Con mis pocas energías logre decir mis últimas palabras, las que siempre habían sido tan importantes para mí. Adiós Edward, te amo. Pronto estaremos juntos.

Edward Cullen

A estas horas, Río era tan callado. Tan solo el suave ruido de la brisa contra el mar, contra la playa…Era mi única compañía. Ni que mencionar los ratones que se escondían de mí y las arañas que pasaban por mi pelo ignorándome. No había un solo minuto en que la desesperación y la agonía me rodearan, no sabía como explicar el sufrimiento tan grande que vivía. No podía ser normal.

En frente de las mugrientas ollas añejas podía ver el reflejo del monstruo que habita dentro de mí. El que había destruido la vida de Bella. Suspiré. Si ella estaba bien, no importaba más. Después de todo, mi existencia en este mundo se veía únicamente ligada a ello: su bienestar. Podía lidiar con la tristeza de mi larga noche, con tal de no hacerle daño, de no arrebatarle su humanidad. Ella merecía eso y más…Yo no era nada comparado frente a la luz bajo la que Bella vivía, su sonrojada cara, sus delgados labios siempre con una sonrisa de bondad. Abrí mis ojos lentamente, que comezón tan insoportable tenía en ellos. Era el ansia de derramar algo que no existía, algo que hace más de 90 años había desaparecido.

El recuerdo volvió con la imagen mental de Bella, tendida en el prado, recibiendo los pocos rayos de sol y observándome con esos grandes ojos llenos de un amor frustrante para mí. Nunca logré entender ese cariño que sentía por mí, ese amor que la ponía en riesgo de morir…Pero lo ansiaba más que nada, ansiaba sus te quiero, sus besos, sus tibias manos contra mi helada piel. Pero no podía volver, tenía que ser fuerte…tenía que serlo por ella. Debía ser capas de existir con mi familia, tan solo por ellos. Pero sabía que mi humillante mente los iba desesperar, sobre todo a Esme. Mejor estar aquí, donde ninguno sufra por mi culpa. Nadie. Volví a recostar mi frente contra las rodillas, forzando mi mente para no perseguir la idea de volver.

Perdí la noción del tiempo cuando oí las voces de varias personas tanto encima como debajo de mí. Ya era de día, un día más que soportar…Un insoportable día de mi eternidad. Hace dos semanas no salía de caza y el monstruo pedía su néctar esencial a todo grito. Me levanté de mi sitio arrastrando conmigo las motas de polvo que tenía encima y me dirigí al bosque más cercano a alimentarme.

Estaba cerca de un arroyo, con mi presa muriendo aturdida en mi boca cuando sonó mi teléfono, extraño. Esme no era la que llamaba, yo lo hacía y por lo que sabía Carlisle había dado orden de no involucrase, cosa de la que estaba enteramente agradecido. Me altere un poco. Solté la pequeña gacela y cogí el celular, la llamada era de Esme.

- ¿Diga?— dije.

- ¿Edward?, cariño. Lamento molestarte, pero ha pasado algo. —la dulce voz de Esme no era la misma, había cierto punto de tristeza.

- ¿Están todos bien? —fue mi reacción.

- Estamos…bien, hijo.

- Esme…Entonces, ¿Qué ha pasado?

- Por favor solo escúchame, Edward. Te necesito aquí, conmigo, Te extraño mucho; todos lo hacemos. Por favor vuelve, te ayudaremos cuanto sea posible.

- Esme, no creas que disfruto de oírte así. Pero es mejor estando yo de este lado, no quiero amargar sus vidas.

- Me haces desdichada si sigues por allá, Edward. —ese fue el punto. No podía contener más, mi familia no merecía ese trato tan vil de mi parte. Me rendí.

- Estaré en Alaska al anochecer, solo tres días. Lo siento tanto…mamá.

- Estaré esperándote Edward.

Colgamos al mismo tiempo.

Esme sonaba diferente, con un tono en su voz de angustia inexplicable. Trate de no poner ni la más mínima atención. Terminar mi cacería tan solo me costó unos cuantos minutos, con 3 gacelas y un oso sin vida detrás de mí. Por las ramas del bosque entraba demasiada luz, tendría que iniciar mi viaje oculto entre los frondosos árboles hasta por lo menos salir de Brasil.

Correr siempre fue tan emocionante, y más cuando cargaba en mi espalda la luz de mis días. Entrecerré los ojos. ¿Qué estaría haciendo ella? Era viernes, debería estar en el instituto con sus amigos…pasándola bien y a salvo. Aunque con su suerte ya se hubiera caído. Sonreí pero inmediatamente mis labios se convirtieron en una fría línea recta. Si continuaba de esta manera, no tardaría en echarme para atrás con la promesa que le había hecho, la promesa de jamás volver a interferir en su vida. Por más tentadora que fuese, no iba a dejar que mis impulsos me gobernaran. Todo por ella, todo por ella. Me repetí hasta el cansancio.

El recorrido de Brasil a Colombia tan solo me llevo menos de tres horas, para cuando ya era de noche, me encontraba cruzando California. A este paso, solo correr y correr; tratando de no pensar en ella, iba a llegar en menos de un día a Alaska. Aunque bien tarde se me presento un dilema: Cruzar por Forks. Era el camino más corto para llegar con mi familia, pero también el más cruel de mi miserable existencia. Si me llegaba a topar con las grandes montañas que cubrían mi lejano hogar, esa ideíta macabra que me asechaba día y noche iba a reclamarme por no haberme detenido, por no haber corrido a su casa a arrastrarme a pedirle perdón, por no haberle rogado que me volviera a recibir. De hecho, estaría encantado de arrastrarme, de rogarle, de todo…Pero no, una promesa es una promesa y tengo que cumplirla; por más difícil que me pareciera.

Decidí tomar el camino largo.

Cruzando las fronteras de la montaña Olímpica, fue casi imposible detenerse a echar una ojeada, era como un imán que me jalaba hacia dentro de las montañas. Luche contra mis propias piernas para poder continuar mi camino, fue difícil, pero logre atravesar Forks sin ninguna recaída voluntaria.

Era ya muy tarde en la noche cuando llegue a Alaska, la sala de Tanya estaba prendida. En el porche, no tuve tiempo siquiera de tomar un respiro, todos ya se encontraban allí con una leve sonrisa en sus rostros. Esme me abrazo aferrándose a mí. Seguido, Carlisle, Emmett, Jasper y Rosalie me abrazaron como un familiar que vuelve después de la muerte. Aunque considerándolo mejor, yo estaba ya en ese estado. La familia de Tanya también fue muy servicial, me invitaron a seguir a la casa y charlamos un poco…Un ambiente familiar, por lo menos de su parte. Mi mente estaba en otro mundo, en una pequeña fantasía, en un pueblo lluvioso donde mi Ángel me regalaba una tierna y hermosa sonrisa, donde estábamos los dos, solos en nuestro prado. Disfrutando de un cálido día con nuestras manos entrelazadas…Juntos y besándonos. Que comezón tan horrible sentía en los ojos, la simple ansiedad de llorar. Mis recuerdos de hace más de 5 meses eran tan nítidos, tan perfectos, tan Bella. Ella, con su magnífica presencia, llenaba mi ser; lo rebosaba de estupefactor a tal punto de volverme loco. La amaba, la amaba más que cualquier persona u objeto. ¡Jamás iba a dejar de hacerlo!

Para mi pesar, tiempo después note la ausencia de Alice.

- Carlisle, ¿Dónde está Alice? – pregunte.

- Se ha ido a Francia unos días, a una conferencia de modelaje. – dijo con voz apagada.

- ¿Y Jasper por qué no la acompaño?

- No quiso aburrirlo – su explicación no me había convencido del todo y su mente no era de mucha ayuda.

Que articulo tan interesante. Tal vez deba mostrárselo al doctor Williams, le gusta mucho la biología marina.

Emmett y Jasper no eran muy profundos.

¡Que saque! ¡Vamos!

Y ni que decir de los demás. Decidí dejarlo, no importaba.

Los rayos de sol me sacaron de la lectura en la cual tenía los ojos puestos, para levantarlos hacia el alba. Hasta ese instante, Esme había charlada hasta quedarse sin palabras conmigo, tratando de sonsacarme donde había estado en los últimos días, ya que Alice no le proporcionaba demasiada información. Me sentí fatal por evitar de esa manera a mi madre, pero así eran mejor las cosas.

Eleazar, Carmen y Jasper se disponían a salir de caza, cuando sonó el teléfono de la residencia. Tanya contesto de inmediato. Era Alice.

- Tanya soy yo, Alice, por favor pásame a Carlisle – El interpelado acudió al teléfono.

- Alice, ¿Qué pasa? – dijo mi padre.

- Se ha confirmado. Llegare en unos cuantos minutos a Alaska, estén preparados. – colgó.

¿Qué se supone que tendría que significar eso? ¿Prepararse? ¿Para qué?

- ¿Qué está pasando aquí? – inquirí. Nadie respondía nada, nadie pensaba nada, Era como si sus mentes estuvieran ocultando algo – ¿Hay algo de lo que no me he enterado?

- Por favor Edward, espera a que llegue Alice. – dijo Esme.

- ¡No puedo pasar algo así! ¿Malas noticias?

- Todavía no sabemos, hijo. Espera. – casi grito Carlisle.

Después de la llamada de mi hermana, el ambiente se puso tenso, irritante. Todos estaban en sus lugares inquietos, ansiosos. Incluyéndome. Anhelaba que llegara Alice, dijo que solo tardaría unos cuantos minutos, pero se me hicieron décadas.

Por fin, ella atravesó la estancia en segundos. Me sorprendió que no se dirigiera a Jasper, ni a nadie. Se vino directo hacia mí. Con sus pequeños ojos mirando fijamente los míos, marcados por la angustia y el dolor.

No.

No.

No, no, no.

Alice dejo brotar sus pensamientos como una cascada, uno tras de otro. Cada imagen tan vistosa y marcada, llegue a suponer que había estado con ella en el lugar de los hechos.

No.

No.

No, no, no.

Forks, la cara de Charlie, las lágrimas de Renée, las lamentaciones de un chico…de Jacob Black, la habitación de mi Sol vacía, una carta para mí; y sobre todo, la más importante: Bella dormida en un ataúd

No.

No.

No, no, no.

Cuando los recuerdos cesaron, supe que todos esperaban una reacción de mi parte, ya que Alice les había contado todo lo que me había mostrado. Pero no supe que decir o hacer, simplemente me paralice en el sillón, sin vida propia. Mirando fijamente al suelo, sin mover un solo dedo. Ella…Ella estaba muerta, ¿Cómo era posible? Mi Sol se había ido para siempre de mi lado, ya no iluminaria mas mis tristes días con su hermoso rostro. Era como si el tiempo se hubiera detenido en un trance, un trance del cual jamás iba a salir. Un oscuro y frio lugar, donde me encontraba solo…Ah, pero había una solución…

- Ni siquiera lo pienses Edward Cullen – dijo Alice – Acabo de verlo, tienes un futuro fácil.

Para cuando me di cuenta, mi familia estaba rodeándome. Los Denali estaban en el segundo piso, nos daban un momento privado, lo mejor posible. Emmett y Jasper estaban enfrente y detrás de mí, listos a detenerme.

- Antes de que digas algo Edward – prosiguió mi hermana – Lee esto, por favor.

- ¿Una carta de…ella? – logré decir.

- Algo así. La encontré en su cuarto, entre sus libros. – Me la tiro en las manos – Por favor.

- Bien – abrí el papel para encontrarme con su letra. Su puño y letra:

No sé muy bien cuando me dignare a vivir. Es más, estoy considerando que una gran parte de mi subconsciente quiere permanecer así; en realidad no me molesta, a mí también me gusta. Tengo como mi primera regla no recordarte, pero tampoco quiero olvidarte-.Quiero tenerte ahí, conmigo, en mi vana mente, en un recóndito y hermoso lugar…Con mis recuerdos de ti, de la última vez que estuve en tus brazos. Difícil sobrevivir así. No tengo vida, no tengo alma, soy un cuerpo vacio, creo, que si llegaran a golpearme, sonaría como un tronco hueco.

Todo se ha ido contigo, Edward. Soy como una marioneta, que depende de hilos para moverse; los míos se están usando sin justificación, falta el creador, faltas tú para darle alegría a mi vida. Oh, te extraño tanto…Es aquí cuando doy mi tiempo de liberación, desde que deje de oír tu voz, estoy más que desesperada que nunca. ¡Quiero recordarte y no importa el precio a dar! Si he de sufrir luego por unos valiosos momentos, no me importa. Te amo, te amo Edward.

Ahora, que tengo definido mi plan de hoy, si es que llegas a leer algún día esto. Quiero que vivas, vive por mi cada día. Se feliz Edward, se feliz por los dos, Porque en ti llevas todo lo que había y queda de mí.

Termine de leer. Cada palabra escrita en ese papel, que ahora era uno de los pocos recuerdos que me quedaban de mi Ángel, los releí como unas 20 veces seguidas. Lo doble por la mitad y lo guarde en el bolsillo de la chaqueta.

- Alice… – dije, levantándome.

Lo suponía. Ya tengo los tiquetes.

- Gracias.

Es todo lo que puedo hacer.

- No te recrimines, has hecho mucho. Gracias.

Bien, vamos.

Todos se quedaron mirándonos, era común que se perdieran en las charlas psíquicas que tenia con Alice. Emmett se nos acerco.

- ¿Qué harás? – dijo poniéndome una mano en el hombro.

- Iremos a Forks, Alice y yo.

- Yo también quiero ir. – intervino Esme.

- No creo que sea prudente, Esme. Déjame encargarme…de esto.

Vi la tristeza marcada en su cara.

- Alice estará conmigo.

- Así es – respondió la interpelada,

- Cuídense mucho – dijo Carlisle.

- Lo haremos. – dijo Alice.

Salimos directo al aeropuerto. Estaba desesperado por llegar pronto, por ver con mis propios ojos…eso, por más que doliese tenía que verlo. Masoquista, me dije a mí mismo. Al llegar a Seattle, me escabullí entre las personas sin esperar a Alice, para llegar pronto al bosque y poder correr con libertad. Los árboles me eran tan familiares, fragancias conocidas.

Por fin, llegue al funeral que había visto en la memoria de mi hermana, ella estaba a unos cuantos pasos detrás de mí. Había pocas personas dentro, reconocí inmediatamente a la familia de Bella, sus amigos y conocidos. Mike Newton se sorprendió de verme allí, al igual que muchas personas más. Charlie y Renée estaban junto al ataúd, con lágrimas bañándoles las mejillas. Al levantar la mirada, Renée lloro aún más y Charlie, bueno, Charlie ni me miro. Sus pensamientos dejaban claro que en este momento no le importaba nada.

Despacio y temeroso me acerque al vidrio del ataúd. Alice me seguía como mi sombra, también levanto su cabeza para observarla…Estaba con un vestido blanco, un escote en V que dejaba a la luz una parte de su perfecta piel, su cabello ondulado descansaba sobre sus hombros, tenía flores blancas tanto en el cabello como en las manos. Estaba hermosa. Tristemente hermosa. Deje de ultimas su rostro, ahora pálido y sin vida, por sus dulces mejillas no volvería a correr su sangre que la hacía sonrojar de una forma adorable. Sus labios no volverían a expulsar una palabra con su armoniosa voz, ni una sonrisa, nada. Oh, sus lindos ojos chocolate, tan grandes y tiernos…Se habían cerrado a los colores de la vida para siempre.

Rompí un pedazo de astilla del ataúd, Alice sostuvo mi brazo. Todos los presentes allí nos miraron cuando yo me tiré al piso y Alice sostuvo mi cabeza en sus brazos, consolándome. ¡Maldita sea la hora en que deje de llorar!

¡Que deje de hacer show, después de todo el la dejo!

Pobre hombre, se nota que la quería.

No le creo nada, ni una sola lágrima.

Y muchos más diálogos sin sentido. Alice masajeaba mis hombros, queriendo cambiar mi posición de negación absoluta…Lo logro, me levante y volví a mirarla. Debía haber una condena por ser tan pesado consigo mismo.

Y allí estaba yo, queriendo ocupar su lugar con todas mis fuerzas, un sueño imposible de cumplir. Queriendo abrazarla y besarla por última vez, decirle cuanto la amo, cuan irracionalmente le amo. Mi Bella, mi vida entera ya no estaba en mí. Era un ser insignificante, no merecía la pena vivir, ni siquiera fui capaz de salvarla, hice todo lo posible por mantenerla con vida y la muerte me gano. No necesito vivir, no merezco vivir, soy un monstruo. ¡Me odio! ¡Qué existencia tan miserable tengo! La maldita vida me había arrebatado a mis padres, y ahora a mi Ángel. Qué tristeza tan profunda me embargaba, nada de lo que había vivido se comparaba con el sentimiento tan fuerte y doloroso que sentía en ese momento. Era como si cayera por un oscuro en infinito abismo, donde seguiría cayendo hasta algún día morir porque ya no existía en mi alguna razón para vivir, ni una sola motivación, estaba cegado.

Entonces, recordé el escrito de Bella, lo saque de mi bolsillo y lo volví a leer. Me pedía que viviera por ella, ¿Cómo haría eso? ¡Era imposible tener una sonrisa todos los días y saber que ella estaba muerta! Me dolió conjugar ese verbo con su nombre. Pero me lo pedía, cualquier cosa que ella me pidiera yo daría 1.000 vueltas al mundo y se lo daría, y esa no podía ser una negativa. Deje las fresias que le había comprado encima del ataúd, como un símbolo de ella…Siempre había tenido ese olor tan delicioso. Miré a Alice sin expresión alguna.

- Ya está. – dije, saliendo con ella por la puerta de entrada.

– Todo ya está.